Entre bocado y bocado se olvida que está comiendo. Es una paradoja… Come bien, mastica bien, le gusta la carne y la tritura dentro de su boca una y otra vez, tragándola con gusto y sin dificultad.
Come al contrario de la mayoría de los enfermos de Alzhéimer. Odia los purés y el pescado. Las gelatinas solamente pueden ser de fresa. Coincide con los demás en que le chifla el dulce.
Cuando llega la hora de comer una se prepara para enfrentarse a lo desconocido. Te acercas con el plato hacia él, le saludas y le miras… Él te devuelve una sonrisa que te derrite pero sabes bien que detrás de esa sonrisa viene el zafarrancho de combate.
Has calculado la temperatura y la textura de las legumbres. Has probado la zanahoria y su dureza. Piensas que todo está bien. Le hablas y le dices que va a comer, que los garbanzos están muy buenos que le vas a dar un poquito a probar. Él te mira y te sonríe. Acercas una pequeña cantidad a su boca para que pruebe el sabor. Lo saborea y mastica… ¡Bien! Te dices a ti misma: «hoy es pan comido». Y vuelves a dar la segunda cucharada. Todo va bien. Luego vienen la tercera y la cuarta.
Bien, bien… Vas a por la quinta. Y se ha puesto a cantar. ¡A cantar a grito pelao! Esperas un poquito y esa quinta cucharada entra en su boca.
¡Se ha olvidado! ¡Ya no reconoce los garbanzos, ni la zanahoria ni na! ¡Y salen despedidos de su boca igual que un misil intercontinental! Uno de los garbanzos te roza el pelo, la zanahoria se ha quedado en el cristal de tus gafas.
Le miras y te esta sonriendo. Y sigue cantando a grito pelao.
Entre bocado y bocado.